En Memoria

10:03:00 p.m.


"La muerte no nos roba a los seres amados, al contrario, nos los guarda y nos los inmortaliza en el recuerdo. La vida si que nos los roba muchas veces y definitivamente."
-François Mauriac.


El lunes 30 de mayo, parecía un día de lo más normal, fui al cine con un amigo y terminando decidimos ir a almorzar. Retornando camino hacia la casa, no pude notar que estaba recibiendo varias llamadas por parte de mi primo e innumerables mensajes por parte de mi cuñado, enseguida devolví la llamada y mi primo me confirmó que lamentablemente mi abuelita había fallecido aproximadamente unos 30 minutos atrás.

Aquél momento sentí que una flecha atravesó el pecho y lo único que pude amanar fue: Pobre mi abuelita, ya estaba grande y necesitaba descansar para ya dejar de sufrir. En ese momento no pude llorar, a pesar de que sentía muchísima tristeza.

Es la primera vez que enfrento la muerte de una persona muy cercana a mi, había presenciado pérdidas de gente a la que apreciaba mucho, pero no la de un familiar, además de que fue la única abuelita que tuve la oportunidad de conocer, ya que mis abuelos paternos habían fallecido antes de que yo pudiera nacer y la misma situación con mi abuelo materno. 

En el transcurso al pueblo de mi abuelita, me fue inevitable volver a recordar aquellos momentos que tuve la oportunidad de pasar junto a ella, momentos que quedarán grabados por siempre en mi corazón, una parte de mí se siente tranquilo al saber que después de estar postrada casi 7 años en la cama, sin poder caminar, sin poder valerse por si misma, sin poder ver la vida de la misma manera ya se encuentra en un lugar mucho mejor, un lugar dónde sé que nos estará cuidando hasta el día que nos toque a nosotros reencontrarnos con ella. Siento mucha admiración por mi abuelita que sus casi 88 años haya tenido la fuerza de voluntad que tuvo hasta el último suspiro que dio.

A un día de su muerte y escribiendo esta entrada, me es imposible contener el llanto, de saber que ya no la podré escuchar, que no le podré dar un beso, mucho menos un abrazo.

Con lágrimas en los ojos, puedo decir que mi abuela fue una heroína, fue una mujer que sacó adelante a todos sus hijos, que los educó de una manera correcta y que con esa misma educación mi madre me pudo educar a mi. Que sus raíces ya dieron frutos y se ve reflejado en cuatro generaciones (mi abuelita, sus hijos, nietos y bisnietos).

Hoy sin lugar a dudas, es un día triste para mí, no tuve la oportunidad de despedirme de ella en el funeral, ya que por cuestiones personales, me fue imposible asistir y eso me invade de nostalgia, al recordar su sonrisa, me reconforta y la siento espiritualmente, sé que ya no estarás con nosotros, pero en tu memoria, trataré de ser mejor persona, de llevar los mismo valores que inculcaste a mis tíos y a mi madre. Hoy pude comprender que la muerte por más que pueda ser dolorosa para las personas que lo presenciamos de una u otra manera puede ser reconfortante para la persona que estaba sufriendo. 

Te voy a extrañar muchísimo abuelita, y aunque ya no vas a estar físicamente, siempre vivirás en nuestros corazones, y hoy más que nada sé que no perdimos a nadie, sino como escribió alguna vez el canta autor argentino Facundo Cabral:
"No perdiste a nadie: el que murió, simplemente se nos adelantó, porque para allá vamos todos. Además lo mejor de él, el amor, sigue en tu corazón.
Hasta pronto abuelita, algún día sé que nos volveremos a encontrar.

Con amor. Edgar.


Con tecnología de Blogger.